CELEBRAMOS NUESTRO PRIMER CENTENARIO

Esto de tener cien años, suena, muy gordo… pero es verdad.
Tenemos 100 años. Ha pasado ya un siglo desde que, en aquel convento
de San Antón en Granada, en el silencio y quietud del claustro,
Dios hacía su obra en el alma de aquella mujer intrépida y valiente,

Madre Trinidad del Purísimo corazón de María.
En aquella aparente quietud del convento nos sorprende otra vitalidad,
otra energía que surge de la fuente viva de la Eucaristía. Madre Trinidad, una mujer
que pasaba sus ratos libres junto al Sagrario, donde se esconde
el Amor de su alma, siente que Este le pide aún más…

Le había entregado su vida para siempre, una vida que se llenaba de muchas, muchas horas de presencia ante el Sagrario y de servicio y cariñoso cuidado a sus hermanas. En ese caldo de cultivo vivió más de treinta años procurando la voluntad de Dios, feliz en su vida monástica y en búsqueda de respuestas a las repetidas llamadas escuchadas en su interior: “Dame almas que me adoren”, “Acércame las almas de los niños antes que los manche el pecado”.

Y en esta mujer inquieta, resuena el grito de San Francisco “El amor no es amado”… y en su corazón va madurando esta nueva llamada. Con la ayuda del Señor Arzobispo de Granada, don Vicente Casanova y Marzol, esta inquietud, durante muchos años sostenida y manifestada a la comunidad, que no la sentía del mismo modo, Dios va manifestando su camino inesperado. Dios la había elegido para alumbrar una nueva vida. Y confiada en Él y abandonada en la obediencia a la Iglesia, con un heroico sacrificio deja aquellos muros, junto con once religiosas un sábado santo, 11 de abril del año 1925.

Conjugando un gran dolor por lo que dejaban y una gran esperanza por lo que iban a encontrar dan este primer paso, con la convicción de que Dios les pide crear tronos de Adoración en los que su Presencia Eucarística sea el fuego donde se enciendan las almas consagradas a Él. “Allí junto al sagrario cuántas veces nos pedía:
“Atraedme almas, tengo sed de almas consagradas que me adoren en este Sacramento de amor, en espíritu y en verdad”. (Madre Trinidad Cuaderno 19)

Muchas cosas han pasado desde aquel 11 de abril: incertidumbres, separaciones, una guerra, numerosas vocaciones, alegrías e incomprensiones y en todo, la certeza de que la obra es de Dios y la búsqueda incondicional de su voluntad.

Desde aquel día, muchas mujeres hemos seguido este ideal, que con el tiempo se fue concretando en unas Constituciones aprobadas por la Iglesia en 1949. Un ideal que hoy, cien años después se concreta en 27 comunidades repartidas por el mundo, España, Portugal, México, Perú, Venezuela, Angola, Cabo Verde, Timor y Benín, donde miles de adultos, niños y jóvenes, encuentran su espacio de Encuentro con el Señor y son educados en la fe con la confianza en que nuestra misión hace de nuestro mundo un lugar mejor.

“…Levantando en todas partes del globo tronos de amor a Jesús Eucaristía, atrayéndole por medio del Corazón Inmaculado de María las almas de los niños que reformen el mundo con su buen ejemplo en el fiel cumplimiento de la ley de Dios, y gocemos en breve de esa paz que tanto anhelamos …” (Madre Trinidad Cuaderno 13)

No nos cansamos de agradecer a Dios, quien ha hecho posible lo que hoy tenemos en nuestras manos y pedirle que nos siga acompañando en esta aventura durante muchos, muchos años más. Por eso este es para nosotros un año jubilar, un año de gratitud y alegría en el que volvemos la mirada sobre nuestra historia y damos gracias por ella, por la audacia de Madre Trinidad y aquellas primeras hermanas, por la confianza en todas las que a lo largo de los años le siguieron y por todos los que hoy, cien años después formamos esta gran familia, religiosas, laicos, comunidades educativas, alumnos, amigos… “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres” (Salmo 125,3)